Cuando la delincuencia ejecuta - casi simultáneamente - asesinatos de personas visibles, como lo fueron el señor Verdial y el periodista de Roatán, parece evidente que éstos no son hechos aislados - achacables a la delincuencia común -, sino que son una represalia del crimen organizado ante un gobierno que lo esta enfrentando sin pretextos. Son crímenes perpetrados con fines propagandísticos, por el prurito de "ganarle el pulso" al gobierno. A esto viene la pregunta, ¿Como debe responder el gobierno? Me parece que, evidentemente, la lucha debe continuar. Pero debe hacerse sin mucho aspavientos, en el sentido de que lo importante son los resultados y no la inmediatez en la publicación de los mismos. Las acciones del gobierno deben ser contundentes, dejando poco espacio para que el crimen organizado pueda adelantarse a los próximos aciertos (sin enviar señales de alerta), y deben ir encaminadas a fragmentar el brazo delincuencial del crimen organizado (Hay que dividir sus filas.). Recordemos que no todos los delincuentes son lo mismo. Hay delincuentes y hay delincuentes. Hay narcotraficantes, jefes de cartel, lavadores de activos, sicarios, tontos útiles, mareros, y jóvenes que no han tenido oportunidades de empleo. Está claro que el estado tiene el deber de reprimir y disuadir el delito, pero también tiene la obligación de generar oportunidades. Por lo tanto, es poco inteligente que el estado comunique que va a "ganarle el pulso" a los delincuentes, porque lo que logra es que todos estos grupos se envalentonen lanza en ristre contra el estado. Para ser efectivos, es necesario tomar en cuenta el lado sociológico del asunto. No solo hay que hablar de represión. También consideremos temas como la generación de empleo para los jóvenes en riesgo, y la rehabilitación o el indulto para los que sean elegibles de pagar el precio de resarcirse con la sociedad, por medio de un servicio social o cualquier otra medida que el estado estime conveniente (Estudiemos las políticas de desmovilización que han sido implementadas en Colombia.). En suma, hay que tomar decisiones diferentes. No digo que no tenemos que ser percibidos como territorio hostil al crimen organizado y al narcotráfico. Eso está bien. Lo que digo es: que hay mejores formas de librar ésta lucha, que el lenguaje se puede moderar, y que esto no implica dejar de obtener éxitos en materia de seguridad.
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Octubre 2015
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